La historia del Cristianismo, una procesión interminable de la Humanidad. Un viaje a través de los siglos, lleno de errores, mentiras y confusión, pero también de pasión y devoción. No se conforma solo de fechas históricas, sino de vivencias humanas. Es una historia de sufrimiento, pero es también una historia de júbilo. Una ardua búsqueda de la verdad, que inició hace más de 2000 años.
Frecuentemente esta búsqueda sufría crisis, como la sucedida en el año 500, cuando la joven iglesia luchaba por mantenerse unida. Con 25 kilómetros de largo, 25 metros de altura y 4 metros de ancho, se levanta la muralla de Roma. Pero ni siquiera este valuarte pudo resistir las embestidas de los enemigos del siglo V.
Roma, la una vez tan poderosa capital del antiguo imperio, despertó el ansia de conquista. Las tribus Teutonas conquistaron el imperio.
En el año 410 fueron los Visigodos y 50 años después los Vándalos. Después de un breve sitio, el ejercito romano fue derrotado y sus murallas cayeron. Miles fueron asesinados.
El imperio romano fue destruido totalmente. Se dice que con la caída de Roma, toda la cultura occidental se colapsó.
“La Era de la Migración Romana” alcanzó su primer clímax. El gran imperio occidental era ahora una catástrofe. Pero ¿cómo sucedió esto?…
Los asentamientos de las tribus Teutónicas aun estaban muy divididos en el siglo III. Los Godos y los Ddieper en el mar negro, Vándalos y Burgundios en el Bug y en el Vístula. Los Longobardos entre el Elba y el Oder. Una nación de jinetes asiáticos conmocionó a las naciones Teutónicas: Los Hunos.
Los Chinos fueron capaces de detener su poderosa ansia de expansión con una muralla de 6000 kilómetros de largo. El camino al occidente permanecía abierto. Los Hunos avanzaron lanzando a las tribus Teutónicas entre el Báltico y el Mar Negro que tenían enfrente. Justo hacia las fronteras del imperio romano.
Los Romanos, los Godos y los Vándalos ya se habían convertido al Cristianismo, pero con una gran diferencia. Los Teutones no creían en la divinidad de Cristo, ellos honraban a Cristo como a un ser humano, similar a Dios más no igual a él.
Ellos veían a Jesús sólo como a un ser humano normal. En la catedral de Speyer se guarda un tesoro muy especial, una hoja de una Biblia Gótica de 1500 años de antigüedad, que el obispo Wulfila escribió, como una esfuerzo para convertir a los Godos.
Este documento se guarda tras puertas de acero y contiene el final del evangelio de San Marcos en lengua gótica. Eruditos de la Universidad de Munich lograron probar que es una autentica traducción de la Biblia hecha por Wulfila.
El libro tenía una gran importancia geográfica y política. Era el lazo que unía a los Godos y se les comunicaba que Cristo era un hombre y no un Dios.
El contenido de la traducción de la Biblia de Wulfila pronto fue causa de sangrientas batallas con la iglesia católica.
En el siglo V, los Teutones cristianos convertidos por Wulfila llegaron al imperio Romano. Derrotaron rápidamente a las tropas del débil imperio. Las fortificaciones masivas de las fronteras no pudieron detenerlos. Los Romanos solo tenían una alternativa; dejaron que los Teutones se quedaran y los hicieron guardias del imperio.
Los comandantes teutones y los jefes tribales se hicieron oficiales romanos. Pero pronto dejaron sus asentamientos y se movieron hacia Italia. La migración fue una cronología de horror para los romanos. Vándalos, Visigodos, Hunos, Ostrogodos y Longobardos marcharon contra los muros de lo que alguna vez fue “La Capital del Mundo”.
Roma no tenía nada para contrarrestar esa fuerza militar. No había suficientes tropas. ¿qué armada podría proteger su ciudad? No podían sostener los pagos, hubo que subir impuestos. Los pequeños mercaderes, artesanos y granjeros fueron llevados a la ruina. En las ciudades del imperio, las estructuras tradicionales se derrumbaban. La economía se desplomó, el comercio se estancó y los caminos quedaron arruinados. La consecuencia fue una hambruna aun en la gloriosa capital. Sólo la aun funcional organización de la iglesia pudo prevenir un caos aun mayor.
Bajo esta calamidad, las funciones políticas y militares también fueron transferidas al obispo de Roma.
Con un modesto éxito, hubo un memorable encuentro en Mantua en el año 415, el Papa León I se reunió con el hombre más temido de aquella época, Atila, el rey de los Hunos. No sabemos qué fue lo que negociaron, pero una cosa es segura, el Papa logró prevenir que los Hunos atacaran Roma. Pero aun así la vieja Roma no tenía salvación. Las tropas Teutónicas ya habían entrado a la ciudad. Para conservar su fe, llegaron a un acuerdo con ellos…una asociación peligrosa.
La nueva y floreciente capital del imperio Romano estaba al este de ahí y se llamaba Constantinopla, hoy en día Estambul.
Aquí es donde los emperadores romanos orientales desde Constantino, vivían y mantenían el poder con duras leyes. En Constantinopla, la iglesia pudo desarrollarse como la religión del Estado. Sin embargo, dependía de las políticas de los emperadores romanos orientales, que celebraban su poder con estructuras como el Hagia Sophia y mantenían a la iglesia y al Estado juntos y en la palma de su mano.
Hoy en día los espléndidos mosaicos del Hagia Sophia muestran la combinación de motivos cristianos y de poder temporal: Cristo como “el rey del mundo” y junto a él, el emperador, que era el que tomaba todas las decisiones; tanto religiosas como temporales. El emperador era el líder único del imperio, así como de la iglesia.
Así fue como el emperador estableció el papel del cristianismo en el imperio romano. Pero no todos los teólogos creían en estos supuestos mandatos divinos. El patriarca Juan Crisóstomo de Constantinopla, denunció las injusticias sociales del sistema dominante; el cual enriquecía a los ricos y empobrecía a los pobres.
Decía que si uno no estudia la forma en que los terratenientes tratan a los pobres campesinos, llegará a la conclusión de que son peores que los Bárbaros. Ellos exigen impuestos desmesurados mientras llenan sus propias bodegas y sótanos.
Pero otro problema teológico caldeaba los ánimos de todos en ese momento, el asunto de cómo podía Cristo ser al mismo tiempo humano y divino. Porque la Biblia lo describe como ambos: humano y Dios. ¿cómo pueden combinarse estas dos cosas?
Para aclarar esta controversia, el emperador convocó a un consejo en Caledonia, una ciudad en Turquía. Cientos de obispos se reunieron en ese lugar en el año 451 y decidieron que Cristo tenía dos “naturalezas”, una divina y una humana. Una opinión compartida por el arzobispo de Roma y por el emperador de Constantinopla; se estaban unificando esos dos centros de poder.
Algo que aun no se aclaraba en el siglo V era dónde estaría localizado el centro del cristianismo. Constantinopla era la favorecida por el emperador, pero otras ciudades también pidieron el derecho. Alejandría, Jerusalén y Antioquía. Todas ciudades con patriarcas de larga tradición cristiana; y el mayor competidor de la ciudad imperial Constantinopla: Roma.
El obispo de Roma, León I, basó su alegato para ser cabeza de la iglesia en una referencia al apóstol Pedro. No sólo fue el fundador de la congregación romana, sino que también fue supuestamente elegido por el mismo Cristo para ser el líder de la iglesia. Y le dijo a Pedro: “sobre esta piedra edificaré mi iglesia”.
Esas son sus palabras en el nuevo testamento. Un argumento fuerte que fue reconocido en todo el mundo cristiano y que fue usado en las cartas del obispo para apartarse del control del emperador oriental.
Las palabras de Jesús a Pedro: “a ti os entrego la llave del reino de los cielos y todo lo que hagáis aquí en la tierra se reflejará en los cielos”. Pedro, el vicario de Cristo y el obispo de Roma es su sucesor. “A ti os entrego la llave del reino de los cielos” es aun la base de la estructura del Vaticano hoy en día.
El obispo de Roma es el sumo representante terrenal del cristianismo. Esta proclamación de poder atrajo oponentes, pero una circunstancia política estaba a su favor. En la ciudad italiana de Ravenna, el rey ostrogodo Teodorico reinaba desde fines de siglo. Los edificios de Teodorico reflejan el alto grado cultural del reino italiano ostrogodo el cual estaba muy orientado hacia las tradiciones romanas.
Teodorico, quien desde este lugar influyó en la historia del mundo occidental, pudo haber reconocido al emperador, pero aun así trato de debilitar el poder centralizado de Constantinopla, emparejándola con Roma. Esa fue la política que salió de ese palacio. El programa de un gobernante que influyó de forma definitiva en la historia y del cual, sin embargo, sólo se preserva hoy un retrato en un mosaico en Ravenna, Italia. Teodorico, rey de los ostrogodos, estilizado por la posteridad que lo recuerda como un rey justo.
Esta nueva alianza fortaleció la confianza del obispo de Roma hacia la influencia del emperador. El Papa Simanco abogó por la separación de los poderes. Por primera vez habría una diferencia entre las regulaciones del cielo y la tierra. Esta separación dio origen a una gran disputa durante todo el medioevo. El conflicto era una pregunta: ¿quién era el líder supremo? ¿el Papa o el Emperador? ¿no era el Papa quien daba al Emperador la sagrada comunión? Aún el mayor de los reyes, necesita bautizarse y el Papa es quien absuelve sus pecados. El Papa Simanco dio su opinión al respecto en una carta al Emperador Anastasio: “comparemos en honor del emperador con el del obispo”, “la distancia entre ellos debe ser medida por el hecho de que uno tiene que cuidar las cosas terrenales y el otro las celestiales”. “Así que este honor, si no es que mayor es al menos de la misma importancia que el vuestro”.
Privilegia “Privilegios”, una palabra que llenó el mundo de disputas durante siglos, la superioridad del Papa sobre los demás creyentes. Esta idea sería un núcleo de controversia tanto para emperadores del medioevo y reformadores como para cristianos críticos hoy en día.
Otro conflicto más dividió al Cristianismo del Imperio Romano occidental del de la iglesia oriental, la disputa de las imágenes. La gente comenzó a adorar pinturas de santos, incienso y velas. El emperador por otro lado, ordenó que sólo se podía adorar una cruz de madera. “No debéis adorar imágenes ni ídolos”. Así es como está escrito.
Pero la gente no podía mantener su fe sin eso, y el obispo de Roma no quería que eso pasara. “Las imágenes tienen fines instructivos” proclamó el Papa Gregorio II; convirtió las imágenes en iconos, no eran fetiches, ni objetos paganos de adoración, eran una guía porque no podían leer las palabras escritas en la Biblia.
Biblia Pauperum. Una Biblia ilustrada para la gente pobre, imágenes de la historia bíblica para los analfabetas, es decir la gran mayoría del pueblo, era prácticamente toda la gente del medioevo. Casi nadie sabía leer, así que estas imágenes sirvieron para “educar y fabricar” cristianos.
Dieron expresión al rostro de sufrimiento de Jesús, eso evocaba compasión, miedo y culpa. Evocaba cada detalle de la historia bíblica y le daba una credibilidad incuestionable. Prevenían de las tentaciones y del castigo del infierno de manera por demás gráfica. Mostraban a los mártires y cómo ellos triunfaban sobre el suplicio.
Las palabras se convirtieron en imágenes, la gran imaginación de los artistas daba a las frases bíblicas una profunda emoción, posteriormente las siguientes ediciones de la Biblia se hicieron no del texto original, ya que este era intraducible, sino que se tomo como base el sentimiento producido por estas imágenes.
“El Altar de Isenheim” por Matthias Grünewald fue el pináculo de este desarrollo pintado entre el año 1510 y 1516. Otros miles más de pintores a través de los siglos dieron vida a los mensajes de la Biblia. Tal vez no tan gráficamente como Grünewald, pero siempre llegando a conmover al pueblo o despertando el gran sentimiento de culpa y temor hacia las imágenes, por la descripción de los demonios y las criaturas de la oscuridad que tomaban vida en los lienzos.
Jerusalén, antiguo centro del cristianismo, en el siglo VII fue amenazado de nuevo. Hordas árabes montadas, trajeron otra vieja religión a estas tierras, el islamismo.
Allahu Akbar: “Dios es grande”. En el 638, el Califa Omar, conquistó la ciudad santa. En donde una vez estuvo el palacio de Salomón construyeron el Domo de Roca. Además de La Meca y Medina se convirtió en el tercer gran santuario de la nueva fe, que en siglos venideros, llegaría a ser una religión mundial.
Un libro unió todas las reglas de la fe que fueron reveladas al profeta Mahoma en el monte Hira, y se dice que lo hizo Dios en persona: El Corán o “libro de oraciones” contiene 114 suras, mandamientos precisos que regulan cada faceta de la vida: El ayuno, la oración diaria, la confesión de fe, el peregrinaje y la caridad. Este libro se convirtió en el mayor enemigo para los cristianos del siglo VII.
El Islam, una vez en la región se expandió rápidamente. El islamismo ahora competía con el cristianismo y sin embargo están muy relacionados entre sí. Jesús también es adorado por los musulmanes, pero no como el hijo de Dios, sino como un profeta, un predecesor de Mahoma. ”La iglesia cristiana y sus dignatarios han torcido la religión de Abraham”. Así lo veía Mahoma.
La revelación de Dios fue confundida por los judíos y los cristianos. Es por lo que ahora, después de siglos, aun existen tan grandes divisiones entre el cristianismo y el islamismo. Sin embargo ambas religiones viene de la misma raíz.
Como los cristianos y los judíos, los musulmanes le rezan a un solo Dios. Incontables guerras en nombre de la religión y de Dios, sólo han logrado intensificar el conflicto. Durante el transcurso de la historia, los musulmanes y los cristianos han olvidado sus raíces comunes. La intolerancia definió las relaciones entre las dos mayores religiones del siglo VII y comenzó un sangriento conflicto, el mayor de todas las guerras en la historia de la humanidad.
En pocas décadas, el Corán desató una tormenta que tuvo un tremendo efecto en el desarrollo tanto político como económico. La palabra del profeta se expandió desde los desiertos de Arabia hasta todos los rincones del viejo mundo. Los musulmanes convocaron a la Jihad o “Guerra Santa” para pelear contra los infieles. Esta religión comenzó su imparable jornada desde el mundo arábigo. Abarcó gran parte del antiguo Imperio Romano de oriente y se expandió desde Egipto hasta el norte de África. Luego alcanzó el estrecho de Gibraltar y llegó hasta España. Tras la victoria se dijo: “He conquistado una magnifica ciudad, me complace anunciar que en ella hallé 4 mil villas, así como a 4 mil judíos que pagan impuestos y 400 lugares de esparcimiento dignos de un rey”.
De camino al poniente, los árabes también conquistaron Alejandría. Por primera vez, la horda de beduinos montados se enfrentó a una antigua civilización muy desarrollada lo cual aceptaron con gusto. Pronto reinarían sobre gran parte del mundo mediterráneo. Los musulmanes, como los gobernantes Nasrid quienes habían conquistado parte de España grabaron su imagen el los muros de la Alhambra.
Pero por otra parte, en lo que los musulmanes no pudieron penetrar, no todos los cristianos se doblegaron ante los deseos del obispo en lo referente a la acumulación de riquezas y poder. Según la Biblia Jesús dijo: “Si serás perfecto, ve y vende lo que tienes y dáselo al pobre y en el cielo recibirás un tesoro”.
El monasterio de Monte Casino en Italia, aquí fue donde a mediados del siglo VI, el monje benedictino de Nursia escribió una regla que traería el orden a la vida de las comunidades monásticas. Esta describía cada detalle de la vida de un monje: Ora et labora, “reza y trabaja”, el corazón de la doctrina benedictina. Además del retiro espiritual, requiere practicar la vida, el cultivo, la artesanía y ganar el sustento. De esta forma los monasterios establecieron su autonomía y su independencia de las altas esferas eclesiásticas.
Pero había otros tipos de monasterios, lejos de los benedictinos en Monte Casino, pero también lejos de las tormentas políticas de Europa, una tradición especial surgió en el entonces conocido como extremo del mundo; los monasterios irlandeses.
Influencias Celtas, tradiciones antiguas y la filosofía cristiana se combinaron aquí. En estos monasterios se preservaba el mensaje cristiano, mientras las tribus y clanes peleaban a muerte en el continente. Desde aquí, el mensaje del cristianismo, surgiría de nuevo para ser llevado hasta Europa.
Los monjes Celtas de Irlanda, no estaban en un sólo lugar, por el contrario, para ellos la perfección era demostrada dejando el monasterio. Ellos cruzaron el mar hasta Inglaterra y luego se fueron al continente para continuar su misión. Entre sus cosas llevaron libros de penitencia, reglas precisas de sus deberes y oraciones con todo detalle. Un compendio de todos los pecados y un sistema tarifario marcando qué penitencia absolvería al pecador de cada determinado pecado. Ese era su constante compañero en su “Jornada por Cristo”.
“Cierra la puerta y eleva tu espíritu por encima de todo; luego controla el aire que respiras. Explora ti interior con tu espíritu para encontrar el lugar donde está tu corazón y donde todos los poderes del alma tienen su hogar”.
“Cuando tu espíritu halle el lugar donde está tu corazón, entenderá lo que nunca antes había experimentado; se verá a sí mismo sumergido totalmente en la luz”.
Fue un monje benedictino anglosajón quien llevó su misión a lo que ahora sería Alemania. En el año 718, el Papa Gregorio II le dio el nombre de San Bonifacio y lo envió a una misión oficial con los Teutones.
Muchas leyendas han surgido de este enigmático misionero que cruzó el territorio pagano del reino de los Francos, siempre obediente al pontífice, lleno de convicción y severidad con sus oponentes, manteniendo el espíritu de su época.
Bonifacio fue luego nombrado Apóstol de Alemania y como hombre santo y hombre de acción estableció por la fuerza el cristianismo y destruyó los dioses antiguos. Se cuenta que una vez en Hesse, se encargó de acabar con un ritual pagano, se ofreció para cortar un gran roble viejo el cual los paganos llamaban El Roble de Júpiter. Los paganos lo maldijeron como enemigo de los dioses y fue entonces cuando apenas llevaba una parte cortada cuando el gran roble se desplomó al suelo. Cuando los paganos vieron esto, se convirtieron, alabaron a Dios y le creyeron.
Al tener éxito en su misión en Hesse, Turingia, Bavaria y Franconia el Papa nombró arzobispo a Bonifacio. Sin embargo su ambición le costó la vida, los furiosos Frisios golpearon a muerte al apasionado misionero en al año 754.
Bonifacio encontró su lugar final de descanso en la Catedral de Fulda. El trabajo de la vida de Bonifacio estableció una iglesia leal al Papa en importantes áreas del reino Franco, que se habían expandido desde el siglo V del Atlántico al Rhin y hasta los Pirineos. Un reino que pudo haber soportado la embestida islámica, pero cuya unidad eclesiástica se vio seriamente dañada bajo Carlos Martell.
En la iglesia de San Daniel en París, las tumbas de los primeros reyes Francos aun se conservan. Ahí está la tumba del primer rey Franco Clodwig, que ya se había convertido a la fe católica en el siglo V pero que sólo pudo imponer dicha fe de manera muy frágil en ese tiempo.
Después a mediados del siglo VII, las relaciones entre la iglesia papal y el reino Franco habían alcanzado un nuevo clímax. Tres años antes de su muerte, Bonifacio nombró al gobernante Franco Pipino, como rey; y poco tiempo después, el Papa puso a Roma bajo la protección del mismo rey. Con una clara estrategia política, Pipino debía proteger a Roma de los Longobardos.
Y aún más, Roma reclamó la parte de Italia que los Longobardos habían robado del Emperador en Constantinopla: Ravenna y sus áreas adyacentes.
El rey Pipino, como protector real de Roma había conseguido otro triunfo. Cuentan que el Papa se tiró al suelo a los pies del rey y le imploró rescatar al pueblo romano de los Longobardos y que se rehusó a levantarse hasta que el rey le diera la mano; y este así lo hizo.
En la biblioteca diocesana en Colonia, Alemania. Existe una colección de manuscritos de la historia eclesiástica, aquí es donde se encuentra Liber Pontificalis “El libro del Pontificado” el cual cuenta detalladamente lo que sucedió tras la incursión de Pipino.
“El rey de los Longobardos suplicó clemencia y prometió devolver las tierras conquistadas”, “Luego Pipino donó las ciudades a la sagrada iglesia Romana en el año 756”
Esa donación fue la piedra angular del estado eclesiástico en el cual el Vaticano se basa hoy en día. Por primera vez un poder ajeno a Italia había ayudado a convertir su fe en territorio.
El pueblo de Roma se había acostumbrado a ello. Existe un documento que data de la época de Pipino que debe haber salido de un taller de falsificaciones clerical: “La donación de Constantino”. Este documento “certifica” que el emperador Constantino donó provincias, fortalezas y ciudades al obispo romano en el siglo IV. Con ello el Papa reclamaba el dominio de todo el mundo occidental. Fue hasta el siglo VI cuando el estudioso Lorenzo Valla, descubrió que era una cínica falsificación.
La corona y la cruz, el reino Franco y Roma formaron una alianza para el beneficio político de ambos bandos.
En la Navidad (abril) del año 800 el Papa coronó Emperador al sucesor de Pipino: Carlos I. A él, se le atribuyeron valores de pacificador, se dijo a sí mismo emperador de los romanos elegido por Dios. Más tarde Carlos I fue llamado Carlomagno o “Carlos el Grande”.
Los intereses del reino y la iglesia se unieron especialmente en un punto: la misión cristiana. Lo que Bonifacio había empezado con fervor religioso, Carlomagno lo reforzaba con presencia militar y con la brutalidad que marcó esa época. Cerca de la ciudad de Verden, en el río Aller, el protector del cristianismo hizo decapitar a mas de 4500 paganos sajones.
Al principio los obispos protestaron un poco, no querían derramar demasiada sangre, pero su gobernante no sólo deseaba el alma de sus adversarios, también sus tesoros.
Sajones y Longobardos no fueron los únicos, también los Avaros lo sufrieron. Dicen que entonces se necesitaron cincuenta carros de cuatro bueyes cada uno para cargar el oro, la plata y las joyas.
Carlomagno regaló generosamente estas fortunas a la iglesia, mandó construir más de 1500 monasterios y 500 iglesias, todo financiado por él. Carlomagno y su ambición imperial, hicieron que construyera un monumental edificio como cede de su gobierno en Aquisgrán. Ningún rey Franco antes que él, había planeado algo así, era un centro de educación, arte y aprendizaje.
Estudiosos, poetas y artistas venían aquí, cualquiera que resaltara en sus habilidades era mandado a la corte por su obispo, abad o señor feudal. El palacio imperial de Aquisgrán, el corazón del enorme imperio Franco.
Los más hermosos manuscritos medievales provienen de este periodo. En el salón de escritura de la capilla se creaban por millares los libros evangélicos.
El exitoso comandante ordenó a su gente que se educara, Carlomagno mandó construir escuelas y nació una auténtica industria de libros eclesiásticos, pero no así los escritos por los sabios del antiguo y derrotado mundo de Roma y Grecia, los cuales permanecieron ocultos por considerar que el conocimiento era el peor enemigo de la fe.
Los monasterios instalaron cuartos de copiado de libros, a veces hasta 30 escribas trabajaban en el mismo texto de manera simultánea, incluyendo a niños. Tres páginas al día era la cuota habitual.
De esta forma más de 100 mil libros fueron copiados en los monasterios durante el reinado de Carlomagno. Suficiente para asegurar la autonomía cultural y religiosa del cristianismo por varios siglos.
La comunidad monástica se había convertido en la raíz del poder Carolíngeo. Gracias al trabajo de los escribas y los pintores que plasmaban las imágenes que posteriormente la gente consideraría casi como fotografías que supuestamente “prueban” sus palabras, se difundió el mensaje del cristianismo en el reino. El cristianismo era una fuerza que mantenía unido al reino provocando su estabilidad.
Aun en nuestros días, los más gloriosos manuscritos son de la era Carolingia. El cristianismo y el estado se unieron. Para fortalecer la cooperación del imperio y de la iglesia, muchos abades y obispos se convirtieron en asesores y asistentes del rey. Durante siglos el cristianismo ayudó a determinar las políticas de los cancilleres reales.
El brazo de la iglesia, alcanzaba incluso el poder del emperador. La insignia imperial reflejaba la conciencia de la época. Reforzaba la idea del estado fusionado con la iglesia, la corona y la cruz juntas en una gloriosa representación.
La marcha del cristianismo hacia la historia. 800 años después que de Jesús caminara en esas tierras, el mundo occidental estaba fuertemente asido al poder. La iglesia era ahora una institución estatal; la persecución de los primeros cristianos, el sufrimiento de los mártires por el estado, eran ahora parte del pasado. La una vez perseguida iglesia se había convertido en una institución del estado, que pronto pudo mostrar su poder. ¿Un curso fatal o un desarrollo inevitable? ¿El resultado de situaciones políticas o un error en la interminable búsqueda de la verdad? ¿Una filosofía originada en el amor a la humanidad o la guerra oscurantista de la ignorancia a través del temor? Eso sólo el tiempo lo podrá contestar…
Frecuentemente esta búsqueda sufría crisis, como la sucedida en el año 500, cuando la joven iglesia luchaba por mantenerse unida. Con 25 kilómetros de largo, 25 metros de altura y 4 metros de ancho, se levanta la muralla de Roma. Pero ni siquiera este valuarte pudo resistir las embestidas de los enemigos del siglo V.
Roma, la una vez tan poderosa capital del antiguo imperio, despertó el ansia de conquista. Las tribus Teutonas conquistaron el imperio.
En el año 410 fueron los Visigodos y 50 años después los Vándalos. Después de un breve sitio, el ejercito romano fue derrotado y sus murallas cayeron. Miles fueron asesinados.
El imperio romano fue destruido totalmente. Se dice que con la caída de Roma, toda la cultura occidental se colapsó.
“La Era de la Migración Romana” alcanzó su primer clímax. El gran imperio occidental era ahora una catástrofe. Pero ¿cómo sucedió esto?…
Los asentamientos de las tribus Teutónicas aun estaban muy divididos en el siglo III. Los Godos y los Ddieper en el mar negro, Vándalos y Burgundios en el Bug y en el Vístula. Los Longobardos entre el Elba y el Oder. Una nación de jinetes asiáticos conmocionó a las naciones Teutónicas: Los Hunos.
Los Chinos fueron capaces de detener su poderosa ansia de expansión con una muralla de 6000 kilómetros de largo. El camino al occidente permanecía abierto. Los Hunos avanzaron lanzando a las tribus Teutónicas entre el Báltico y el Mar Negro que tenían enfrente. Justo hacia las fronteras del imperio romano.
Los Romanos, los Godos y los Vándalos ya se habían convertido al Cristianismo, pero con una gran diferencia. Los Teutones no creían en la divinidad de Cristo, ellos honraban a Cristo como a un ser humano, similar a Dios más no igual a él.
Ellos veían a Jesús sólo como a un ser humano normal. En la catedral de Speyer se guarda un tesoro muy especial, una hoja de una Biblia Gótica de 1500 años de antigüedad, que el obispo Wulfila escribió, como una esfuerzo para convertir a los Godos.
Este documento se guarda tras puertas de acero y contiene el final del evangelio de San Marcos en lengua gótica. Eruditos de la Universidad de Munich lograron probar que es una autentica traducción de la Biblia hecha por Wulfila.
El libro tenía una gran importancia geográfica y política. Era el lazo que unía a los Godos y se les comunicaba que Cristo era un hombre y no un Dios.
El contenido de la traducción de la Biblia de Wulfila pronto fue causa de sangrientas batallas con la iglesia católica.
En el siglo V, los Teutones cristianos convertidos por Wulfila llegaron al imperio Romano. Derrotaron rápidamente a las tropas del débil imperio. Las fortificaciones masivas de las fronteras no pudieron detenerlos. Los Romanos solo tenían una alternativa; dejaron que los Teutones se quedaran y los hicieron guardias del imperio.
Los comandantes teutones y los jefes tribales se hicieron oficiales romanos. Pero pronto dejaron sus asentamientos y se movieron hacia Italia. La migración fue una cronología de horror para los romanos. Vándalos, Visigodos, Hunos, Ostrogodos y Longobardos marcharon contra los muros de lo que alguna vez fue “La Capital del Mundo”.
Roma no tenía nada para contrarrestar esa fuerza militar. No había suficientes tropas. ¿qué armada podría proteger su ciudad? No podían sostener los pagos, hubo que subir impuestos. Los pequeños mercaderes, artesanos y granjeros fueron llevados a la ruina. En las ciudades del imperio, las estructuras tradicionales se derrumbaban. La economía se desplomó, el comercio se estancó y los caminos quedaron arruinados. La consecuencia fue una hambruna aun en la gloriosa capital. Sólo la aun funcional organización de la iglesia pudo prevenir un caos aun mayor.
Bajo esta calamidad, las funciones políticas y militares también fueron transferidas al obispo de Roma.
Con un modesto éxito, hubo un memorable encuentro en Mantua en el año 415, el Papa León I se reunió con el hombre más temido de aquella época, Atila, el rey de los Hunos. No sabemos qué fue lo que negociaron, pero una cosa es segura, el Papa logró prevenir que los Hunos atacaran Roma. Pero aun así la vieja Roma no tenía salvación. Las tropas Teutónicas ya habían entrado a la ciudad. Para conservar su fe, llegaron a un acuerdo con ellos…una asociación peligrosa.
La nueva y floreciente capital del imperio Romano estaba al este de ahí y se llamaba Constantinopla, hoy en día Estambul.
Aquí es donde los emperadores romanos orientales desde Constantino, vivían y mantenían el poder con duras leyes. En Constantinopla, la iglesia pudo desarrollarse como la religión del Estado. Sin embargo, dependía de las políticas de los emperadores romanos orientales, que celebraban su poder con estructuras como el Hagia Sophia y mantenían a la iglesia y al Estado juntos y en la palma de su mano.
Hoy en día los espléndidos mosaicos del Hagia Sophia muestran la combinación de motivos cristianos y de poder temporal: Cristo como “el rey del mundo” y junto a él, el emperador, que era el que tomaba todas las decisiones; tanto religiosas como temporales. El emperador era el líder único del imperio, así como de la iglesia.
Así fue como el emperador estableció el papel del cristianismo en el imperio romano. Pero no todos los teólogos creían en estos supuestos mandatos divinos. El patriarca Juan Crisóstomo de Constantinopla, denunció las injusticias sociales del sistema dominante; el cual enriquecía a los ricos y empobrecía a los pobres.
Decía que si uno no estudia la forma en que los terratenientes tratan a los pobres campesinos, llegará a la conclusión de que son peores que los Bárbaros. Ellos exigen impuestos desmesurados mientras llenan sus propias bodegas y sótanos.
Pero otro problema teológico caldeaba los ánimos de todos en ese momento, el asunto de cómo podía Cristo ser al mismo tiempo humano y divino. Porque la Biblia lo describe como ambos: humano y Dios. ¿cómo pueden combinarse estas dos cosas?
Para aclarar esta controversia, el emperador convocó a un consejo en Caledonia, una ciudad en Turquía. Cientos de obispos se reunieron en ese lugar en el año 451 y decidieron que Cristo tenía dos “naturalezas”, una divina y una humana. Una opinión compartida por el arzobispo de Roma y por el emperador de Constantinopla; se estaban unificando esos dos centros de poder.
Algo que aun no se aclaraba en el siglo V era dónde estaría localizado el centro del cristianismo. Constantinopla era la favorecida por el emperador, pero otras ciudades también pidieron el derecho. Alejandría, Jerusalén y Antioquía. Todas ciudades con patriarcas de larga tradición cristiana; y el mayor competidor de la ciudad imperial Constantinopla: Roma.
El obispo de Roma, León I, basó su alegato para ser cabeza de la iglesia en una referencia al apóstol Pedro. No sólo fue el fundador de la congregación romana, sino que también fue supuestamente elegido por el mismo Cristo para ser el líder de la iglesia. Y le dijo a Pedro: “sobre esta piedra edificaré mi iglesia”.
Esas son sus palabras en el nuevo testamento. Un argumento fuerte que fue reconocido en todo el mundo cristiano y que fue usado en las cartas del obispo para apartarse del control del emperador oriental.
Las palabras de Jesús a Pedro: “a ti os entrego la llave del reino de los cielos y todo lo que hagáis aquí en la tierra se reflejará en los cielos”. Pedro, el vicario de Cristo y el obispo de Roma es su sucesor. “A ti os entrego la llave del reino de los cielos” es aun la base de la estructura del Vaticano hoy en día.
El obispo de Roma es el sumo representante terrenal del cristianismo. Esta proclamación de poder atrajo oponentes, pero una circunstancia política estaba a su favor. En la ciudad italiana de Ravenna, el rey ostrogodo Teodorico reinaba desde fines de siglo. Los edificios de Teodorico reflejan el alto grado cultural del reino italiano ostrogodo el cual estaba muy orientado hacia las tradiciones romanas.
Teodorico, quien desde este lugar influyó en la historia del mundo occidental, pudo haber reconocido al emperador, pero aun así trato de debilitar el poder centralizado de Constantinopla, emparejándola con Roma. Esa fue la política que salió de ese palacio. El programa de un gobernante que influyó de forma definitiva en la historia y del cual, sin embargo, sólo se preserva hoy un retrato en un mosaico en Ravenna, Italia. Teodorico, rey de los ostrogodos, estilizado por la posteridad que lo recuerda como un rey justo.
Esta nueva alianza fortaleció la confianza del obispo de Roma hacia la influencia del emperador. El Papa Simanco abogó por la separación de los poderes. Por primera vez habría una diferencia entre las regulaciones del cielo y la tierra. Esta separación dio origen a una gran disputa durante todo el medioevo. El conflicto era una pregunta: ¿quién era el líder supremo? ¿el Papa o el Emperador? ¿no era el Papa quien daba al Emperador la sagrada comunión? Aún el mayor de los reyes, necesita bautizarse y el Papa es quien absuelve sus pecados. El Papa Simanco dio su opinión al respecto en una carta al Emperador Anastasio: “comparemos en honor del emperador con el del obispo”, “la distancia entre ellos debe ser medida por el hecho de que uno tiene que cuidar las cosas terrenales y el otro las celestiales”. “Así que este honor, si no es que mayor es al menos de la misma importancia que el vuestro”.
Privilegia “Privilegios”, una palabra que llenó el mundo de disputas durante siglos, la superioridad del Papa sobre los demás creyentes. Esta idea sería un núcleo de controversia tanto para emperadores del medioevo y reformadores como para cristianos críticos hoy en día.
Otro conflicto más dividió al Cristianismo del Imperio Romano occidental del de la iglesia oriental, la disputa de las imágenes. La gente comenzó a adorar pinturas de santos, incienso y velas. El emperador por otro lado, ordenó que sólo se podía adorar una cruz de madera. “No debéis adorar imágenes ni ídolos”. Así es como está escrito.
Pero la gente no podía mantener su fe sin eso, y el obispo de Roma no quería que eso pasara. “Las imágenes tienen fines instructivos” proclamó el Papa Gregorio II; convirtió las imágenes en iconos, no eran fetiches, ni objetos paganos de adoración, eran una guía porque no podían leer las palabras escritas en la Biblia.
Biblia Pauperum. Una Biblia ilustrada para la gente pobre, imágenes de la historia bíblica para los analfabetas, es decir la gran mayoría del pueblo, era prácticamente toda la gente del medioevo. Casi nadie sabía leer, así que estas imágenes sirvieron para “educar y fabricar” cristianos.
Dieron expresión al rostro de sufrimiento de Jesús, eso evocaba compasión, miedo y culpa. Evocaba cada detalle de la historia bíblica y le daba una credibilidad incuestionable. Prevenían de las tentaciones y del castigo del infierno de manera por demás gráfica. Mostraban a los mártires y cómo ellos triunfaban sobre el suplicio.
Las palabras se convirtieron en imágenes, la gran imaginación de los artistas daba a las frases bíblicas una profunda emoción, posteriormente las siguientes ediciones de la Biblia se hicieron no del texto original, ya que este era intraducible, sino que se tomo como base el sentimiento producido por estas imágenes.
“El Altar de Isenheim” por Matthias Grünewald fue el pináculo de este desarrollo pintado entre el año 1510 y 1516. Otros miles más de pintores a través de los siglos dieron vida a los mensajes de la Biblia. Tal vez no tan gráficamente como Grünewald, pero siempre llegando a conmover al pueblo o despertando el gran sentimiento de culpa y temor hacia las imágenes, por la descripción de los demonios y las criaturas de la oscuridad que tomaban vida en los lienzos.
Jerusalén, antiguo centro del cristianismo, en el siglo VII fue amenazado de nuevo. Hordas árabes montadas, trajeron otra vieja religión a estas tierras, el islamismo.
Allahu Akbar: “Dios es grande”. En el 638, el Califa Omar, conquistó la ciudad santa. En donde una vez estuvo el palacio de Salomón construyeron el Domo de Roca. Además de La Meca y Medina se convirtió en el tercer gran santuario de la nueva fe, que en siglos venideros, llegaría a ser una religión mundial.
Un libro unió todas las reglas de la fe que fueron reveladas al profeta Mahoma en el monte Hira, y se dice que lo hizo Dios en persona: El Corán o “libro de oraciones” contiene 114 suras, mandamientos precisos que regulan cada faceta de la vida: El ayuno, la oración diaria, la confesión de fe, el peregrinaje y la caridad. Este libro se convirtió en el mayor enemigo para los cristianos del siglo VII.
El Islam, una vez en la región se expandió rápidamente. El islamismo ahora competía con el cristianismo y sin embargo están muy relacionados entre sí. Jesús también es adorado por los musulmanes, pero no como el hijo de Dios, sino como un profeta, un predecesor de Mahoma. ”La iglesia cristiana y sus dignatarios han torcido la religión de Abraham”. Así lo veía Mahoma.
La revelación de Dios fue confundida por los judíos y los cristianos. Es por lo que ahora, después de siglos, aun existen tan grandes divisiones entre el cristianismo y el islamismo. Sin embargo ambas religiones viene de la misma raíz.
Como los cristianos y los judíos, los musulmanes le rezan a un solo Dios. Incontables guerras en nombre de la religión y de Dios, sólo han logrado intensificar el conflicto. Durante el transcurso de la historia, los musulmanes y los cristianos han olvidado sus raíces comunes. La intolerancia definió las relaciones entre las dos mayores religiones del siglo VII y comenzó un sangriento conflicto, el mayor de todas las guerras en la historia de la humanidad.
En pocas décadas, el Corán desató una tormenta que tuvo un tremendo efecto en el desarrollo tanto político como económico. La palabra del profeta se expandió desde los desiertos de Arabia hasta todos los rincones del viejo mundo. Los musulmanes convocaron a la Jihad o “Guerra Santa” para pelear contra los infieles. Esta religión comenzó su imparable jornada desde el mundo arábigo. Abarcó gran parte del antiguo Imperio Romano de oriente y se expandió desde Egipto hasta el norte de África. Luego alcanzó el estrecho de Gibraltar y llegó hasta España. Tras la victoria se dijo: “He conquistado una magnifica ciudad, me complace anunciar que en ella hallé 4 mil villas, así como a 4 mil judíos que pagan impuestos y 400 lugares de esparcimiento dignos de un rey”.
De camino al poniente, los árabes también conquistaron Alejandría. Por primera vez, la horda de beduinos montados se enfrentó a una antigua civilización muy desarrollada lo cual aceptaron con gusto. Pronto reinarían sobre gran parte del mundo mediterráneo. Los musulmanes, como los gobernantes Nasrid quienes habían conquistado parte de España grabaron su imagen el los muros de la Alhambra.
Pero por otra parte, en lo que los musulmanes no pudieron penetrar, no todos los cristianos se doblegaron ante los deseos del obispo en lo referente a la acumulación de riquezas y poder. Según la Biblia Jesús dijo: “Si serás perfecto, ve y vende lo que tienes y dáselo al pobre y en el cielo recibirás un tesoro”.
El monasterio de Monte Casino en Italia, aquí fue donde a mediados del siglo VI, el monje benedictino de Nursia escribió una regla que traería el orden a la vida de las comunidades monásticas. Esta describía cada detalle de la vida de un monje: Ora et labora, “reza y trabaja”, el corazón de la doctrina benedictina. Además del retiro espiritual, requiere practicar la vida, el cultivo, la artesanía y ganar el sustento. De esta forma los monasterios establecieron su autonomía y su independencia de las altas esferas eclesiásticas.
Pero había otros tipos de monasterios, lejos de los benedictinos en Monte Casino, pero también lejos de las tormentas políticas de Europa, una tradición especial surgió en el entonces conocido como extremo del mundo; los monasterios irlandeses.
Influencias Celtas, tradiciones antiguas y la filosofía cristiana se combinaron aquí. En estos monasterios se preservaba el mensaje cristiano, mientras las tribus y clanes peleaban a muerte en el continente. Desde aquí, el mensaje del cristianismo, surgiría de nuevo para ser llevado hasta Europa.
Los monjes Celtas de Irlanda, no estaban en un sólo lugar, por el contrario, para ellos la perfección era demostrada dejando el monasterio. Ellos cruzaron el mar hasta Inglaterra y luego se fueron al continente para continuar su misión. Entre sus cosas llevaron libros de penitencia, reglas precisas de sus deberes y oraciones con todo detalle. Un compendio de todos los pecados y un sistema tarifario marcando qué penitencia absolvería al pecador de cada determinado pecado. Ese era su constante compañero en su “Jornada por Cristo”.
“Cierra la puerta y eleva tu espíritu por encima de todo; luego controla el aire que respiras. Explora ti interior con tu espíritu para encontrar el lugar donde está tu corazón y donde todos los poderes del alma tienen su hogar”.
“Cuando tu espíritu halle el lugar donde está tu corazón, entenderá lo que nunca antes había experimentado; se verá a sí mismo sumergido totalmente en la luz”.
Fue un monje benedictino anglosajón quien llevó su misión a lo que ahora sería Alemania. En el año 718, el Papa Gregorio II le dio el nombre de San Bonifacio y lo envió a una misión oficial con los Teutones.
Muchas leyendas han surgido de este enigmático misionero que cruzó el territorio pagano del reino de los Francos, siempre obediente al pontífice, lleno de convicción y severidad con sus oponentes, manteniendo el espíritu de su época.
Bonifacio fue luego nombrado Apóstol de Alemania y como hombre santo y hombre de acción estableció por la fuerza el cristianismo y destruyó los dioses antiguos. Se cuenta que una vez en Hesse, se encargó de acabar con un ritual pagano, se ofreció para cortar un gran roble viejo el cual los paganos llamaban El Roble de Júpiter. Los paganos lo maldijeron como enemigo de los dioses y fue entonces cuando apenas llevaba una parte cortada cuando el gran roble se desplomó al suelo. Cuando los paganos vieron esto, se convirtieron, alabaron a Dios y le creyeron.
Al tener éxito en su misión en Hesse, Turingia, Bavaria y Franconia el Papa nombró arzobispo a Bonifacio. Sin embargo su ambición le costó la vida, los furiosos Frisios golpearon a muerte al apasionado misionero en al año 754.
Bonifacio encontró su lugar final de descanso en la Catedral de Fulda. El trabajo de la vida de Bonifacio estableció una iglesia leal al Papa en importantes áreas del reino Franco, que se habían expandido desde el siglo V del Atlántico al Rhin y hasta los Pirineos. Un reino que pudo haber soportado la embestida islámica, pero cuya unidad eclesiástica se vio seriamente dañada bajo Carlos Martell.
En la iglesia de San Daniel en París, las tumbas de los primeros reyes Francos aun se conservan. Ahí está la tumba del primer rey Franco Clodwig, que ya se había convertido a la fe católica en el siglo V pero que sólo pudo imponer dicha fe de manera muy frágil en ese tiempo.
Después a mediados del siglo VII, las relaciones entre la iglesia papal y el reino Franco habían alcanzado un nuevo clímax. Tres años antes de su muerte, Bonifacio nombró al gobernante Franco Pipino, como rey; y poco tiempo después, el Papa puso a Roma bajo la protección del mismo rey. Con una clara estrategia política, Pipino debía proteger a Roma de los Longobardos.
Y aún más, Roma reclamó la parte de Italia que los Longobardos habían robado del Emperador en Constantinopla: Ravenna y sus áreas adyacentes.
El rey Pipino, como protector real de Roma había conseguido otro triunfo. Cuentan que el Papa se tiró al suelo a los pies del rey y le imploró rescatar al pueblo romano de los Longobardos y que se rehusó a levantarse hasta que el rey le diera la mano; y este así lo hizo.
En la biblioteca diocesana en Colonia, Alemania. Existe una colección de manuscritos de la historia eclesiástica, aquí es donde se encuentra Liber Pontificalis “El libro del Pontificado” el cual cuenta detalladamente lo que sucedió tras la incursión de Pipino.
“El rey de los Longobardos suplicó clemencia y prometió devolver las tierras conquistadas”, “Luego Pipino donó las ciudades a la sagrada iglesia Romana en el año 756”
Esa donación fue la piedra angular del estado eclesiástico en el cual el Vaticano se basa hoy en día. Por primera vez un poder ajeno a Italia había ayudado a convertir su fe en territorio.
El pueblo de Roma se había acostumbrado a ello. Existe un documento que data de la época de Pipino que debe haber salido de un taller de falsificaciones clerical: “La donación de Constantino”. Este documento “certifica” que el emperador Constantino donó provincias, fortalezas y ciudades al obispo romano en el siglo IV. Con ello el Papa reclamaba el dominio de todo el mundo occidental. Fue hasta el siglo VI cuando el estudioso Lorenzo Valla, descubrió que era una cínica falsificación.
La corona y la cruz, el reino Franco y Roma formaron una alianza para el beneficio político de ambos bandos.
En la Navidad (abril) del año 800 el Papa coronó Emperador al sucesor de Pipino: Carlos I. A él, se le atribuyeron valores de pacificador, se dijo a sí mismo emperador de los romanos elegido por Dios. Más tarde Carlos I fue llamado Carlomagno o “Carlos el Grande”.
Los intereses del reino y la iglesia se unieron especialmente en un punto: la misión cristiana. Lo que Bonifacio había empezado con fervor religioso, Carlomagno lo reforzaba con presencia militar y con la brutalidad que marcó esa época. Cerca de la ciudad de Verden, en el río Aller, el protector del cristianismo hizo decapitar a mas de 4500 paganos sajones.
Al principio los obispos protestaron un poco, no querían derramar demasiada sangre, pero su gobernante no sólo deseaba el alma de sus adversarios, también sus tesoros.
Sajones y Longobardos no fueron los únicos, también los Avaros lo sufrieron. Dicen que entonces se necesitaron cincuenta carros de cuatro bueyes cada uno para cargar el oro, la plata y las joyas.
Carlomagno regaló generosamente estas fortunas a la iglesia, mandó construir más de 1500 monasterios y 500 iglesias, todo financiado por él. Carlomagno y su ambición imperial, hicieron que construyera un monumental edificio como cede de su gobierno en Aquisgrán. Ningún rey Franco antes que él, había planeado algo así, era un centro de educación, arte y aprendizaje.
Estudiosos, poetas y artistas venían aquí, cualquiera que resaltara en sus habilidades era mandado a la corte por su obispo, abad o señor feudal. El palacio imperial de Aquisgrán, el corazón del enorme imperio Franco.
Los más hermosos manuscritos medievales provienen de este periodo. En el salón de escritura de la capilla se creaban por millares los libros evangélicos.
El exitoso comandante ordenó a su gente que se educara, Carlomagno mandó construir escuelas y nació una auténtica industria de libros eclesiásticos, pero no así los escritos por los sabios del antiguo y derrotado mundo de Roma y Grecia, los cuales permanecieron ocultos por considerar que el conocimiento era el peor enemigo de la fe.
Los monasterios instalaron cuartos de copiado de libros, a veces hasta 30 escribas trabajaban en el mismo texto de manera simultánea, incluyendo a niños. Tres páginas al día era la cuota habitual.
De esta forma más de 100 mil libros fueron copiados en los monasterios durante el reinado de Carlomagno. Suficiente para asegurar la autonomía cultural y religiosa del cristianismo por varios siglos.
La comunidad monástica se había convertido en la raíz del poder Carolíngeo. Gracias al trabajo de los escribas y los pintores que plasmaban las imágenes que posteriormente la gente consideraría casi como fotografías que supuestamente “prueban” sus palabras, se difundió el mensaje del cristianismo en el reino. El cristianismo era una fuerza que mantenía unido al reino provocando su estabilidad.
Aun en nuestros días, los más gloriosos manuscritos son de la era Carolingia. El cristianismo y el estado se unieron. Para fortalecer la cooperación del imperio y de la iglesia, muchos abades y obispos se convirtieron en asesores y asistentes del rey. Durante siglos el cristianismo ayudó a determinar las políticas de los cancilleres reales.
El brazo de la iglesia, alcanzaba incluso el poder del emperador. La insignia imperial reflejaba la conciencia de la época. Reforzaba la idea del estado fusionado con la iglesia, la corona y la cruz juntas en una gloriosa representación.
La marcha del cristianismo hacia la historia. 800 años después que de Jesús caminara en esas tierras, el mundo occidental estaba fuertemente asido al poder. La iglesia era ahora una institución estatal; la persecución de los primeros cristianos, el sufrimiento de los mártires por el estado, eran ahora parte del pasado. La una vez perseguida iglesia se había convertido en una institución del estado, que pronto pudo mostrar su poder. ¿Un curso fatal o un desarrollo inevitable? ¿El resultado de situaciones políticas o un error en la interminable búsqueda de la verdad? ¿Una filosofía originada en el amor a la humanidad o la guerra oscurantista de la ignorancia a través del temor? Eso sólo el tiempo lo podrá contestar…